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lunes, 2 de septiembre de 2013

Atrapaos en la tormenta

El desfase horario propio del verano me hace contar un domingo lo que me pasó el miércoles. Si bien es verdad que lo que me pasó el miércoles es propio de un sábado. Teniendo en cuenta que todas las excusas lecturas que tendrá esta historia serán un lunes, la paradoja del descuadre horario en el que vivo se acentúa y septiembre se estrella ante mis párpados. Se está acabando eso de vivir entre el balón de fútbol, el alcohol y el frenadol. O no.

Esta narración debería ser contada partiendo desde hace unos meses, tiene su intrahistoria. Pero como no quiero entretener a mis ávidos lectores iré al grano y os dejaré con el morbo de porqué decidimos emprender esta aventura. La cuestión es que este miércoles acabé con @8Jorgito8 yendo a Jaén, con motivo del cumpleaños de @JesMudarra9.

Salí el martes pasado dirección Granada. Un sol almeriense de la ostia me dijo adiós, aunque yo pude leer en su mirada algo parecido a "me vas a echar de menos, hijoputa". Intuía que calor no iba a pasar cuando el microclima subártico del tren de RENFE me obligaba a usar mis calcetines como guantes. Soluciones extremas para situaciones extremas. Yo no nací pa helarme de frío en agosto.

El miércoles bien temprano emprendí el camino a Jaén en el asiento de copiloto de Jorge. Un asiento que acabaría haciendo mío. Llegamos a tierras jienenses, pasamos un gran día, me quedé sin voz y nos hinchamos a comer. Poco más se puede pedir. Quizá que nos hubiesen abierto todas las puertas a las que llamamos. Pero claro, eso también es otra historia. 

Eran las 20:30 aproximadamente cuando vimos un camión parado en la autovía de Sierra Nevada, a unos 30km de Granada. "Parece que hay cola" -dije yo mientras tuiteaba imágenes de la puesta de sol que acabábamos de contemplar justo antes de caernos un diluvio de piedras venidas del cielo-. 



"Mira si está el cargador del móvil ahí detrás*" -dijo Jorge. "No, no hay na" -dije yo. "Pues hay que ahorrar batería" -dijo Jorge mientras hablaba por Whatsapp. ¿Quién se puede tomar en serio a alguien que dice que hay que ahorrar batería mientras habla por Whatsapp? En un ataque de inteligencia quité los datos de internet. En otro menos inteligente me puse a jugar al solitario -un vicio, por cierto-. Total, que nosotros estábamos ahí, en medio de no sé donde, a oscuras e incomunicados. La cosa se ponía interesante. La historia se estaba ganando ser contada.

Nuestro espíritu periodístico nos hizo salir del coche y acudir a un hotel que había al lado para descubrir qué pasaba: se había desbordao el río y había cortao la autovía. Nos quedaba rato. Para más INRI en el hotel no me querían hacer un bocata de chorizo con queso. 

Todo esto a 13º, vestidos en piratas y manga corta; con los bañadores en el maletero. Los demás aventureros que se habían quedado atrapados en la tormenta llevaban sudaderas y pantalón largo. Muy cómodos irían los muy cabrones. El 28 de agosto un almeriense no sabe qué es una sudadera a no ser que sean las 5 de la mañana y hayas hecho una barbacoa en la playa. Y la llevas porque tu madre te la ha metío en la mochila sin que te des cuenta.

Con el panorama así y sin poner la radio -ni la calefacción- del coche por la mísera excusa de si se acababa la batería, decidí ir un paso más lejos. Mi ambicioso espíritu periodístico me hizo querer avanzar hasta donde empezase la cola. Andamos durante un kilómetro entre coches a oscuras, al más puro estilo The Walking Dead. No vimos el principio del atasco así que me deprimí, eché un meo en la cuneta a oscuras y volvimos al coche cabizbajos.

Una vez en nuestro vehículo convertimos los asientos en hamacas y nos echamos a dormir. Sonaba la lluvia, lo que podría hacer pensar que la situación se agravaba. Yo ya había cogío el sueño -y perdío la esperanza- cuando algo levantó a Jorge de su asiento. Los coches de alante habían puesto las luces. Eran las 23:35. Andábamos. 

Terminaba así una aventura mucho más corta de lo que me pensaba. Había temío perder el tren que salía al día siguiente a las 10 de la mañana. Lo cogí y volví a mi casa. Al bajarme en suelo almeriense, el mismo sol que me despidió me daba los buenos días. En su mirada podía leer algo parecido a "cuánto me has echado de menos". Y agosto volvió a ser agosto. 

PD: A las 23:39 envié un sms gracias a que volví a mis tiernos 9 años y dí algo de vida a la batería del móvil agitándola cual pilas de mi Game Boy color verde pistacho.

PD2: He tenido que suprimir ciertos detalles del relato puesto que no concordaba mi visión con la de mi compañero. Aunque ambos sepamos que su móvil fue al primero al que se le acabó la batería.

*compartimento secreto de los asientos traseros de su coche de burgués






1 comentario:

  1. Lo de moverte entre los coches al estilo TWD, tuvo que ser genial, pero os pelaríais de frío.

    Una aventura digna de ser contada, sep. Suerte que salisteis vivos de esa.

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