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miércoles, 17 de septiembre de 2014

Otro viejo en el mar - Capítulo 7

Pasaban los días, las semanas, los meses y los años. Seguíamos recluidos, cada vez con menos privilegios, si es que a respirar tranquilamente unas cuantas horas al día se le puede considerar un privilegio. Vivía con miedo, el mayor miedo que he sentido nunca. El miedo que ya sufría Primo Levi en Auchswitz durante la II Guerra Mundial. El miedo a que nuestra historia no fuese contada. A que ellos se saliesen con la suya y relatasen su discurso, el de los vencedores; el del olvido a los vencidos.

Mantenía la esperanza. Día a día veía rendirse a compañeros y compañeras que se convertían en zombies vivientes que tragaban sopa y masticaban pan. Pero yo mantenía la esperanza. Cuánto más se endurecían nuestras condiciones de vida, más cerca veía el final. Soñaba con que la explicación a nuestro peorvivir era el avance de las milicias populares y las guerrillas. Así era. Cumplía cerca de cuatro años y medio allí cuando el cuartel empezó a ser desalojado. Corría la sangre. 

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Otro viejo en el mar - Capítulo 6

Continuación capítulo 5

He dicho adiós a muchas cosas en mi vida. Cosas que nada más girar la espalda supe que no dejaría de añorar. Apechugué cuando tuve y pedí perdón cuando me lo indicó el corazón. Nunca dejé de mirar hacia adelante. El no echar la vista atrás es una lección que aprendí en los Montes. Todo lo que había vivido hasta entonces era comodidad, sutileza emocional y un poco de barro en mis pies y alma. Me tocaba enfrentarme a la realidad más cruda: la guerra. La nostalgia era una herramienta que me permitía vivir; pero un exceso hubiese sido mortal. Soñar era bonito, pero había que despertar, tomar notas para convertir nuestra historia en realidad mediática para el resto del mundo y mantener el fusil cargado por si algún desgraciado me ponía en su punto de mira. 

Salía el sol por el horizonte y mis compañeros de campamento -100 guerrilleros y guerrilleras y 7 médicos- ya estaban en pie para cuando yo decidía abrir los ojos. Esto último lo hacía con la mejor vista posible: el cuerpo desnudo de Camila, revolucionaria con la que viví el amor más pasional de mi vida. Su sonrisa hacía que leyese paraíso en unas montañas que parecían tener escrita mi muerte. Ella era mi patria entera. Toda ella hacía que amase la lucha. Hacía que amase la vida; incluso esa vida. Esa vida en constante pulso a la muerte. Luchar a su lado ya era una victoria. Estábamos haciendo la Revolución y una Revolución no se puede hacer sin pasión. Nos contagiamos. Un amor de guerrilla por el que también escribo estas líneas. Porque sé que escribiendo sobre ella puedo hacerle alcanzar algo que nunca pudo lograr en vida: la eternidad. Esa es una de las ventajas del escritor: elegir quién pasa a ser eterno y quién no.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Otro viejo en el mar - Capítulo 5

La televisión susurraba violencia. Después de una década en tierra de chamanes me sentía como en casa. Ya casi me había acostumbrado a aquellos gritos, aquellos tiroteos, aquellas emboscadas. Periódicamente las calles se llenaban de manifestantes y de combatientes. Se habían formado las primeras guerrillas urbanas; las primeras grandes guerrillas urbanas. El primer conflicto que había vivido diez años atrás era una broma en relación a esto. 

Internet susurraba mentira. Desde 2015 hasta 2020 los enfrentamientos entre las dos Venezuelas se habían incrementado. Solo había una forma de hacer la paz: combatir a los que traían la guerra. El gobierno se mantenía resistiendo e intensificando sus planes de socialización, lo cual reducía la pobreza pero aumentaba la rabia de las grandes empresas privadas, que desarrollaron un boicot que se tradujo en cartillas de racionamiento muy bien delimitadas. La guerra económica daría paso a las trincheras sangrientas.

miércoles, 20 de agosto de 2014

Otro viejo en el Mar – Capítulo 4

21:30 del 6 de enero de 2011. A mis recién cumplidos 20 años me embarcaba en la búsqueda del sueño más ambicioso que perseguí nunca: un mundo justo e igualitario. Mi vida siempre ha sido una sucesión de sueños por cumplir. Siempre fui a por ellos, nunca dije ‘no’ a seguir una ilusión, y eso me ha costado mucho. No estoy arrepentido, si bien sé que de haber elegido otra forma de vida ahora tendría una existencia más cómoda y quién sabe si mejor. 

Lo que sí sé son la fecha y hora exactas del vuelo que cambió todo. Guardo ese billete con cariño, muy a pesar de lo que acabaría significando una década después. 47 años más tarde, una gran parte de mí comprende y ama mi aventura; otra aún imagina cómo habrían sido las cosas si no hubiese dejado todo atrás. No puedo evitar pensar en qué hubiera pasado si esa última caricia no hubiese sido -y siguiese siendo- su última caricia. Si mis padres me hubiesen puesto algún impedimento. Si hubiera ahorrado menos dinero del necesario para subirme en aquel vuelo de ida. No recuerdo qué se me pasó por la cabeza entonces, sí que lo único que hice fue agacharla, decir adiós y dejar atrás todo entre lágrimas. Unas lágrimas que confiaba en transformar en igualdad y justicia; en socialismo. Unas lágrimas que costaría mucho tiempo secarme.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Otro viejo en el mar – Capítulo 3

Mi paso por la universidad fue muy pasajero. Se cumplía la primera década de siglo y, por raro que pueda parecer, la educación universitaria no estaba restringida a los hijos de la clase alta. Los jóvenes de por entonces considerábamos un derecho el acudir a las facultades. Luchamos por ello. Más bien, lucharon. Quizá tuvimos lo que nos merecimos. Quien no hace nada, merece menos; y hubo muchos que no hicieron nada. Siempre me dieron pena los que, a pesar de darlo todo, no obtuvieron más premio que la derrota. Sin embargo, ellos, con su lucha, consiguieron una paz interna que yo tuve que buscar lejos de donde un día soñé conseguirla.

El mundo acababa de entrar en una crisis económica capitalista que hizo que todos los cimientos de los países ‘desarrollados’ se vinieran abajo. Aumentó el desempleo, la precariedad y la pobreza en todo el globo capitalista; sistema del que se salvaban pocos estados concentrados en su mayoría en América Latina. Los gobiernos comenzaron a utilizar el dinero público para rescatar bancos privados. Los mismos bancos que echaban a personas de sus casas por no tener dinero para poder pagar la hipoteca. Las grandes empresas privadas controlaban los gobiernos. El liberalismo se fortalecía. La fantasma clase media –término usado para engañar al trabajador y darle esperanza de convertirse en millonario- cayó. En un sistema tambaleante la brecha entre ricos y pobres se hizo aún mayor de la existente hasta entonces.