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lunes, 17 de septiembre de 2012

Un paseo por Madrid el 15-S

Almería, 00:00, parada de autobuses de La Salle. Respiro una brisa de aire no muy fresco (típico del mediterráneo), que me da vida. La ilusión me invade. Hasta 9 autobuses, de Comisiones Obreras, están estacionados llenándose de gente. El objetivo: despertar en Madrid e iniciar la marcha hacia la plaza de Colón, donde a las 12h se produciría una de las concentraciones más multitudinarias de los últimos meses. Van sindicatos y organizaciones de todos los rincones de la geografía estatal. En la mochila llevo: 6 bocadillos en la mochila, 3 para mí y otros tantos para mi padre, que me acompaña en esta aventura (o le acompaño yo a él, no sé); una botella de agua; una sudadera; un paquete de anacardos; una bolsa de kikos; unos cuantos caramelos; y el libro de El beso de la mujer araña. Me senté en mi asiento y ya estaba listo para partir.

El viaje fue duro, como era de esperar. Pero en 7 horas estábamos en Madrid. Y yo sin pegar más ojo que dos cabezadas de 20 minutos mal contados. Lo de dormir en autobuses se lo dejo a los demás. Para más INRI, no había cuarto de baño en el bus, y el frío que entraba cuando había parada no invitaba a bajarse. Como dije antes, a las 7 estábamos en Madrid, en Atocha. O quizás eran las 7:30. Descendí las escalerillas del bus y me apresuré a buscar una entrada a la estación. Mala suerte, estábamos al final; la entrada estaba al principio. 10 minutos andando cuesta arriba hasta entrar al recinto. Un paso seguido de otro; y de otro; y de otro; y no veía la puerta. Fue una agonía, necesitaba cambiar el agua al canario. Urgentemente.

Lo hice. Fue el mayor alivio que sentí en meses. Ya estaba preparado para vivir la aventura que nos depararía el pueblo español en su capital. Eran alrededor de las 8 de la mañana. Estábamos citados a las 10:30 en Neptuno, para salir con la marcha de Andalucía, Castilla-La Mancha y Extremadura. Llegamos, tras desayunar, a las 9:00. Y ya había gente. Poco a poco fue aumentando la multitud concentrada. Banderas republicanas, comunistas, andaluzas, de los sindicatos, del Ché, de Cuba. La izquierda. Mientras, la calle del Congreso ya estaba cortada pese a ser muy temprano y no haber actividad dentro de él.

Ministerio de educación. 
Empezó la marcha a la hora prevista. Mi padre y yo nos despegamos del resto para ver todas las marchas. Así recorrimos el paseo de la Castellana de arriba a abajo. Vimos a todos. La mejor, la del norte. Aunque la nuestra del sur también traía muchas personas. Colectivos como los feministas que no había visto nunca. Yo alucinaba, medio millón de personas en la calle. Una hora andando, y no dejábamos de ver gente. Tampoco dejábamos de ver policía. A estas horas ya estaba especialmente protegido un ministerio: el de Educación. Unos cuántos furgones de policía custodiaban su entrada ante la mirada de toda la "Marcha Verde", concentrada ahí.

Terminado nuestro paseo nos dirigimos a callejear por las proximidades de la Plaza de Colón. Vimos el tribunal supremo y el tribunal político de la Audiencia Nacional (que es el mismo edificio que usaban los tribunales franquistas; no se han molestado ni en cambiar la ubicación, sólo el nombre). Entonces volvimos a Colón, ya era la hora marcada, empezaba el acto. Entretanto, un compañero de la agencia Reuters me entrevistó. Aquí un resumen de mis declaraciones: 
"Esto no puede seguir así, vengo desde Almería para manifestarme en contra de este sistema capitalista que no sirve para mejorar la vida de la gente", decía Javier Salvador, estudiante de periodismo de 18 años en la Universidad de Málaga, luciendo una versión republicana de la camiseta de la selección española de fútbol, en la que predomina el morado.
Acto seguido vi el bullicio que se formaba en Génova, a 100 metros de la sede del PP. Acudí. Y grité. Canté el "A por ellos oé" como si estuviera en el mismísimo Santiago Bernabéu. 12 furgones policiales vigilaban la sede (vete tú a saber cuántos más habría que no vi). Tras esto, bajamos a Colón y seguimos nuestro descenso hacia Neptuno, a reencontrarnos con los compañeros de Almería. Me pararon muchos más aparte del periodista: republicanos, comunistas y demás antisistemas dándome panfletos; curiosos preguntándome por mi camiseta; la Izquierda. Estuvimos un rato en plena concentración.
Plaza de Colón. Minutos antes de empezar el acto.

Tras 45 minutos bajando por la Castellana (en atasco humano) llegamos a Neptuno. Por fin respirábamos aire limpio. Costó bajar entre tanta gente. Pero eso era muy bonito. Firmaría que me ocurriese en todas las manis. Ya parecía que todo había acabado. Por lo menos la historia que yo pude ver. Pero aún quedaba una anécdota: un grupo considerable de personas ante el Congreso con 11 furgones policiales vigilando ¿Sería eso un adelanto de lo que ocurrirá el 25-S? 

Con esto acababa mi estancia en Madrid, a las 15:00 salía el bus. No sin antes parar para comer. Y beber. Uno de los vasos de tintos de verano más grandes que me han servido en mi vida. Y un bocadillo de calamares que sabía a gloria. Antes de subir al autobús un compañero me dijo: "Hay quien nos acusa (a CCOO) de ser blandos, mariquitas. Y tienen razón, lo sé, somos unos blandos. Pero la capacidad de concentración que tenemos no la tiene nadie." Y eso, queridos lectores, es una realidad; aunque no quita que se le deba exigir más al sindicato.

Para finalizar emprendimos el viaje de vuelta. En el autobús se habló de las 65.000 personas que habían acudido, según había dicho la Delegación del Gobierno. Fue algo como: "¿65.000? 65.000 había solo contando a los policías." ¡Qué sinvergüenzas! Pero esa es la guerra del gobierno, la manipulación. A las 22:30 (tras un puto problema con el disco y los conductores del autobús y todas esas mierdas) llegamos a Almería. Ni rastro del frío que hacía en tierras castellanas. Tampoco había rastro en mi mochila de los anacardos. Aún quedaban 3 bocadillos. Nada de agua. Casi todo se había gastado en el viaje. Pero había una cosa que no lo hizo: mi Ilusión. Estaba más vivo que nunca. Quedé con mis amigos esa misma noche, estaba muy cansado pero seguía vivo. 30 horas después de partir, llegué a mi casa. No dormía desde el jueves y era sábado. Y había perdido el Madrid. Buenas noches. 


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